Hoy me levanté alrededor de las 4:30 a.m. gracias a Roma, una de mis gaticas, que acostumbra a despertarme temprano para que la sobe mientras desayuna. Luego de consentirla, me senté a meditar un rato en el sofá. Sentí mucho frío y eso me dio algo de pereza para salir a la ciclovía, así que volví a acostarme. A eso de las 6:30 a.m. decidí finalmente levantarme. Como aprendí alguna vez en el libro Hábitos atómicos, bastó una acción pequeña para ponerme en marcha: buscar los tenis para trotar.
Me alisté, tomé el celular, las llaves y abrí la puerta. La primera en salir fue Roma, y luego Ella, mi otra gatica. Como es costumbre los domingos, las dejé salir un rato al corredor. Revisé que las ventanas estuvieran cerradas, y después de unos minutos, las hice entrar de nuevo. Pedí el ascensor y así comenzó mi salida del día.
Ya en la calle, saludé al vigilante que me abrió la puerta y llamé por celular a mi mamá. Conversamos un buen rato, como siempre, hasta que llegué al Euro de Sabaneta. Colgué con ella, me puse a estirar y fue ahí cuando vi mi primer “objetivo” del día: un joven con camiseta de El Nacional que pasó trotando cerca de donde yo estaba. Terminé mis estiramientos, tomé las llaves con la mano izquierda y el celular con la aplicación de cronómetro en la derecha. Inicié el cronómetro y comencé a trotar.
Salí con cuidado hacia la calle, pendiente de los carros. Ya no veía al joven de la camiseta verde, al parecer él iba muy rápido, pero entonces apareció otro objetivo: una chica que estaba a más o menos cuadra y media de distancia. La alcancé justo al llegar a la estación de servicio Texaco, donde oficialmente comienza la ciclovía. Primer objetivo cumplido.
Seguí trotando, esta vez a un ritmo más rápido que el del domingo pasado. Vi a un papá y a su hijo, cada uno en una bicicleta distinta. El niño tenía una bici pequeña y el papá, bastante atento, trataba de ayudarlo a montar sin que se cayera. Más adelante vi la camiseta verde de mi ahora segundo objetivo y eso me motivó a acelerar. Logré alcanzarlo justo al lado de la estación de servicio Primax. Dos objetivos en el bolsillo.
Llegando al semáforo donde cruzan los vehículos, tuve que apurar el paso para no detenerme y perder el ritmo. Esta aceleración me dejó bastante cansado, y sentí que podría afectar el resto del recorrido. Seguí trotando hasta el primer puente cerca del centro comercial Mayorca, pero no encontré más objetivos. Hoy la ciclovía estaba menos concurrida.
Al llegar al puente me devolví, como de costumbre, para comenzar la segunda etapa del recorrido: regresar al Euro. A lo lejos, vi a mi tercer objetivo: un hombre con saco y sudadera. Parecía fácil de alcanzar, así que aceleré. Justo cuando estaba por acercarme, él se desvió hacia la acera, donde una señora de un puesto de frutas le entregó un banano sin que él tuviera que detenerse. No vi que le pagara, lo cual me hizo pensar que es un visitante frecuente de la ciclovía. Y no estaba equivocado.
Aunque intenté alcanzarlo, él mantenía su ritmo y no lograba acortar la distancia. Me propuse alcanzarlo antes de llegar de nuevo a la bomba Texaco, donde inicia la ciclovía, y apreté el paso. Me faltaban unos 10 metros, pero las piernas no me daban más. Estaba agotado, la respiración entrecortada, y tuve que rendirme. Me dio tristeza no lograrlo, pero acepté el esfuerzo y seguí disfrutando del recorrido, esta vez más cansado que el domingo anterior.
Revisé el cronómetro y me sorprendí: llevaba menos tiempo que hace ocho días. Así que mi nuevo objetivo fue llegar antes de los 27:05,97 minutos que hice la vez pasada… y lo logré. Llegué en 25:55,88. Fue una mejora significativa, aunque aún no alcanzo mi mejor marca personal en este recorrido.
Terminé frente al Euro, satisfecho porque esta vez nadie trotando me superó pero quedé muy agotado. Sé que tengo un gran reto para la próxima salida, porque esta vez llegué realmente cansado, y no me quiero imaginar cómo terminaré si intento superar el tiempo otra vez.
Pero bueno… esa será otra historia por contar.
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